La famosa
marca bávara ha utilizado, al igual que su mayor competidor, Mercedes-Benz, una
nomenclatura que puede resultar confusa para los no iniciados. Inicialmente, un
número impar, el primero en un código de tres dígitos, indicaba la serie (los
otros dos indican la motorización), es decir, la familia de automóviles, con una
lógica impecable: Cuanto más alto el primer dígito, más grandes los autos.
Hasta ahí, todo bien. Poco después, aparecieron dos series con números impares,
que básicamente eran versiones en formato cupé deportivo de la serie
inmediatamente anterior (el serie 6 era un cupé basado en el serie 5, el serie
8, que no duró mucho, era un cupé basado en el lujoso serie 7). Luego
aparecieron las versiones de alto desempeño de todas las series, cortando el
resto de la clave y poniendo una M delante del número de serie (M3, M5, M6).
Los números pares se abandonaron por un tiempo, excepto para el serie 6 que
había logrado un nicho de mercado. Luego llegó la moda de los crossover, y BMW
debía incursionar en ese mercado aún a regañadientes. Nacieron las siglas X3,
X5 y poco tiempo después X6 y finalmente el pequeño X1. Ya lo adivinaron, X
significaba crossover, y el número refería a la plataforma sobre la que se
construía, o el auto de las series 3,5 y 6 con el que se relacionaba, si
prefiere. Luego nacieron las versiones de alto desempeño de dos de estos
crossover, y se decidió poner la M al final, como en X5 M ó X6 M.
Y ni
hablemos de los serie Z.
Toda esta
sopa de letras solo para decir que no entiendo la modificación denominada “Gran
Turismo” de los bellos serie 3 y 5, ni la nueva nomenclatura del cupé serie 4. El
serie 5 Gran Turismo, al que oportunamente señalé como el primer BMW feo de la
historia, fue un fracaso comercial. No solo por el problema estético, sino
porque el comprador tenía ya la opción de elegir entre un serie 5 sedán, un
serie 5 Estate o, si necesitaba algo más grande, un X5. El mercado ya estaba
cubierto. El 5GT era redundante. Y no obstante, con todo y este antecedente,
recientemente se lanzó el serie 3 Gran Turismo, tan o más feo que el 5GT, y tan
o más absurdo en términos comerciales.
No
contentos con ello, más o menos al mismo tiempo que se lanzó el 3GT, BMW
aparece con otra aberración, esta vez enteramente de nomenclatura. He sostenido
en este blog, siguiendo la opinión de expertos altamente reconocidos, que el
BMW M3 es, probablemente, el mejor auto del mundo, teniendo como única
deficiencia su astronómico precio. Tanto es así, que la misma denominación M3
se convirtió en una marca reconocida por derecho propio, la pesadilla de la
competencia, el benchmark al cual seguir. Especialmente su versión cupé. Todo
razonamiento mínimamente lógico indicaba que BMW debería explotar esta marca
hasta el hastío. ¿Cuál fue la respuesta de BMW? El M3 cupé ya no existe más. Si
desea comprarse un BMW M3, solo puede comprarse el sedán – no que éste sea
malo, pero no es lo mismo. El cupé deportivo/urbano de alto rendimiento basado
en el BMW serie 3 ahora se llama M4. Vaya uno a entender porqué.
¿Ya está lo
suficientemente confundido? Espere, hay más. Si la lógica es que el cupé
deportivo basado en la plataforma de la serie ordinaria pasa al número par
inmediatamente superior, como sería el caso de los series 4 y 6, y los rumores
hablan de un totalmente nuevo serie 8 (véase el concepto Gran Lusso, codiseñado
con Pininfarina, que da una buena idea de lo que sería un nuevo serie 8), ¿porqué
BMW lanzó un – eso sí, alucinantemente hermoso – sedán de cuatro puertas
llamado serie 6 Gran Coupe? Con tanta complicación, BMW tiene 22 formatos en su
alineación, versus solamente 11 hace no más de diez años, de los cuales dos son
horribles, uno es incomprensible y dos – el X6 y el X6 M – no son más que
caprichos, muy alhajos pero nada prácticos. ¡Extraño a Chris Bangle!
Esteban
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