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lunes, 10 de enero de 2011

Consejos de viaje - parte II

Durante el viaje:

Es realmente vital comprender que ningún ser humano se mantiene totalmente alerta y con los reflejos lo suficientemente rápidos por más de cuatro horas. Conducir más de ese tiempo de forma corrida es sumamente peligroso. Lo mejor en un viaje largo es contar con un relevo, haciendo turnos de hasta 4 horas cada uno. En caso de no contar con un relevo, el conductor debe detener el vehículo por unos minutos, descender del mismo y caminar un poco, tomar líquido, ir al baño, relajarse y estirar las articulaciones con ejercicios muy simples. También debe considerarse que con la edad esta limitación de tiempo al volante puede hacerse más corta, pues una persona de 55 o más años se cansa más fácilmente que una de 30.

La prudencia es por supuesto la ley capital. Ello implica conocer las limitaciones tanto del vehículo como las limitaciones legales. En la carretera no hay por qué ni a quién demostrar habilidades de piloto de Rally. No se está en una carrera ni en una demostración circense. De hecho, la mejor manera de llegar rápido a destino no es manejar rápido sino manejar de manera eficiente: mantener un ritmo constante, no revolucionar demasiado el motor, planificar con anticipación las paradas para descansar o comer algo y rebasar correctamente a los vehículos más lentos asegura un tiempo de viaje muy eficiente (entre una hora y hora y media por cada 100 kilómetros de viaje).

Durante el viaje el conductor debe monitorear constantemente el comportamiento del vehículo. Acá la experiencia puede ayudar mucho: los sentidos del oído y del olfato, e incluso el tacto, pueden alertar de un problema mecánico antes de que este se manifieste de manera visible. Por ejemplo, si los frenos calientan, emiten un olor característico mucho antes de que la bomba comience a fallar. En ese caso, lo mejor es detenerse a la orilla y esperar a que los frenos enfríen, y conducir a menor velocidad y con suma cautela hasta el próximo auxilio mecánico que se pueda encontrar. Así también la vibración del volante puede alertar de un problema de mala alineación, el cambio en el sonido del motor puede estar avisando de una mala sincronización del tiempo de arranque o el olor a vapor seco advierte de una fuga en el sistema de enfriamiento.

Los relojes del tablero deben ser también utilizados constantemente, para vigilar la velocidad, el régimen del motor, la temperatura del agua y el consumo de combustible. Esto que parece obvio es fácilmente olvidado en el camino, pues el conductor tiende a concentrarse solamente en lo que pasa fuera del vehículo. Si el conductor tiene problemas para mantener la concentración, lo mejor es que le pida a su copiloto que monitoree estos datos por él.

En cuanto al manejo propiamente dicho, lo ideal en rectas largas es mantener un régimen de motor constante de 3.000 revoluciones (2.000 en motores diesel) en la caja más alta (5ta en la mayoría de los vehículos). Al llegar a las curvas, salvo que sean lo suficientemente amplias para mantener el mismo ritmo que en la recta, lo mejor es usar una combinación de freno y caja de velocidades. Se empieza la frenada antes de llegar a la curva, pero no se debe soltar el freno hasta que la nariz del vehículo haya entrado ya a la curva, de lo contrario el carro perderá su balance y tenderá a sobrevirar o subvirar. Simultáneamente, es decir mientras se frena, se debe reducir la velocidad según sea necesario, velocidad por velocidad en orden descendente para no dañar el motor. Una vez ingresado el vehículo en la curva, se puede volver a acelerar, con suavidad, volviendo a subir las velocidades según sea necesario. Si se combina esta forma de tomar las curvas con los que coloquialmente se llama el “corte” de las curvas, es decir entrar a la curva lo más abierto posible, pasar en el centro de la curva lo más pegado a la banda de adentro posible, y salir abierto, la pérdida de velocidad será mínima. Sin embargo, esta maniobra sólo es útil en curvas con buena visibilidad y donde se tenga la certeza de que no viene un vehículo en sentido opuesto. Si hay un cerro o cualquier otro obstáculo que impida la visibilidad en la parte interna de la curva, no intente esta maniobra.

También al atacar las curvas, es bueno hacer los cambios hacia abajo con la técnica de taco-punta, pero puede llegar a ser muy difícil para el conductor común y, salvo que se tenga alguna práctica, no es recomendable pues puede llegar a distraer mucho al conductor. Es mejor tener que hacer más pronto el servicio al embrague que arriesgarse a un accidente.

En caminos empinados, frenar con caja es mandatario. Una regla muy simple ayuda en estos casos: se debe bajar la cuesta en la misma relación de velocidades que se usaría para subirla. Así, si para subir una cuesta el auto debe hacerlo en tercera, para bajar la misma cuesta el auto debe también estar en tercera. Esta regla tiene sin embargo una excepción: si al bajar la cuesta el motor revoluciona mucho, se puede subir una velocidad – no más que una.

Después del viaje:

Una vez que se llega a destino, y luego de dejar descansar el vehículo al menos una hora, es recomendable volver a hacerle una revisión completa, para verificar que no se haya sufrido daños mecánicos por el esfuerzo.

También, una vez en el destino, o por lo menos una vez se haya llegado de regreso a casa, es vital para el vehículo que se le de una limpieza a fondo. El viaje puede ocasionar que se metan en las partes mecánicas elementos agresivos como arena, sal, polvo de cal, humedad y hongos que pueden causar mucho daño.

¡Buen viaje!

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