En gran parte de la América del Sur, particularmente en Bolivia, es común encontrar autos que siendo de idéntica marca, modelo y año son muy diferentes entre sí. Por supuesto, como en todo el mundo, en parte esto puede deberse, sobre todo en las marcas americanas, a la profusión de versiones y niveles de equipamiento. Pero no es, en nuestra región, ni remotamente la causa principal.
La principal razón de estas variaciones está en lo que los gringos llaman el “mercado gris”, o lo que localmente llamamos autos “chutos”. Esto es, la importación, legal o no, de vehículos usados de mercados a los que originalmente estaban destinados, mayoritariamente el japonés (JDM por sus siglas en inglés) y en segundo lugar y en franco crecimiento, el norteamericano (USDM también por las siglas en inglés).
Resulta que la mayoría de los fabricantes mundiales han estado viviendo desde los años 80 dos fenómenos cada vez más marcados. Por una parte, el outsourcing, que los fabricantes americanos empezaron incluso antes de la segunda guerra mundial, se volvió una práctica común también para japoneses, alemanes, franceses e italianos. Por tanto, por más que un vehículo lleve la marca Toyota, pudo haber sido fabricado en Japón, Estados Unidos, Indonesia, Alemania o Venezuela.
Segundo, los fabricantes, independientemente de dónde tengan la planta de producción, tienen bien identificados una serie de mercados meta con características particulares, más o menos exigentes, con más o menos poder adquisitivo, con más o menos regulaciones en seguridad o medio ambiente, o finalmente con gustos particulares. Un auto fabricado para el USDM tenderá a usar un motor más grande y potente, a equiparse con más detalles lujosos y a usar mucho cromo, mientras uno para el JDM, además de llevar el volante a la inglesa, tendrá probablemente un motor más rendidor, más gadjets tecnológicos y muchos logos y símbolos que distingan claramente qué está manejando su conductor. Para el mercado latinoamericano, la prioridad es la economía y la durabilidad: motores más chicos, menos lujos en el interior, menos medidas de seguridad, menos gadjets, pero mayor reforzamiento en las piezas mecánicas y mayor simplicidad.
Dados los dos fenómenos, más la existencia de este comercio del “mercado gris”, resulta que uno puede encontrar, por dar el ejemplo de uno de mis coches favoritos, un Subaru Forester 2004 como le llamamos acá “original”, es decir importado nuevo por el distribuidor autorizado, delante de un Subaru Forester 2004 con “timón cambiado” como le llaman los peruanos, y detrás de un Forester 2004 fabricado para el USDM, con motor más grande e interior más lujoso. Externamente, las diferencias serán muy sutiles. Pero una vez que los manejes, verás la diferencia. Los dos primeros usan el mismo motor de 2,0 litros, pero probablemente el hecho para Latinoamérica estará acoplado a la maravillosa transmisión manual de doble rango, mientras el transformado tendrá la horrible caja automática de cuatro velocidades. El de versión americana tendrá el motor 2,5, probablemente también automático, o si usa la caja manual no tendrá la caja reductora que hace las delicias de sus conductores latinos. En cambio, sí tendrá mejores terminaciones en el tablero, materiales más finos en los asientos, el famoso enorme techo solar y aire acondicionado automático, beneficios que llegaron a este hemisferio recién tres años después.
Por tanto, la próxima que vayas a buscar un auto para sustituir al viejo cacharro que está estacionado en la acera de tu casa, fíjate bien no sólo su procedencia, sino además si fue importado por la casa, si fue transformado o si fue traído de Estados Unidos.
O, alternativamente, cómprate un Mercedes, que es idéntico en Alabama, Hamburgo o Timboctú.
Esteban
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