La marca china BYD ha presentado recientemente en Santa Cruz su nuevo modelo híbrido F3DM, que a diferencia del Prius traído hace seis años no es un solo una auto de exhibición, o al menos la importadora Crown parece ser seria en su intención de importar el F3DM al mercado boliviano.
Con ello, Bolivia se suma a la lista de países del cono sur a los que BYD intenta expandir su mercado, habiendo presentado el F3DM en meses recientes en el salón de Santiago de Chile y en Lima. Sin embargo, importantes diferencias con esos dos mercados pudieran dar resultados inesperados a la marca china.
En efecto, acá hay que preguntarse si la tecnología híbrida tiene futuro en Bolivia. Considerando que la gasolina permanece fuertemente subvencionada (recuérdese el “gasolinazo” de diciembre y cómo el gobierno tuvo que retroceder), y que inversamente la energía eléctrica es relativamente cara (más aún cuando en 90% del territorio nacional cubierto con este servicio básico usa energía fósil para generar electricidad), personalmente creo que no hay muchos estímulos para optar por esta tecnología. Si a eso se agrega la profunda desconfianza del público boliviano respecto de los productos chinos, sinceramente no le auguro mucho futuro a BYD.
En general, las tecnologías limpias no parecen ser un tema urgente por estas latitudes. Estando el litro de gasolina a 0,49 centavos de dólar (a diferencia de los 1,32 dólares el litro que cuesta en promedio en Perú, por ejemplo), a nadie parece preocuparle demasiado el consumo de su vehículo (salvo por supuesto los exagerados V8 americanos que rinden cinco o menos kilómetros por litro), aunque el susto que nos dio el gobierno en diciembre parece estar cambiando eso. Pero adicionalmente, buena parte del parque automotor, casi todo en las ciudades de Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Tarija, ha sido convertido a GNV, mucho pero mucho más barato y limpio que la gasolina, por lo que podría decirse que estamos encaminados hacia las energías alternativas.
¿O no? La tecnología de estas conversiones es casi artesanal, y no existe hasta donde sé desarrollo alguno de motores construidos expresamente para funcionar a GNV destinados al mercado boliviano. Adicionalmente, el GNV no parece ser una alternativa viable para el transporte pesado, aunque se ha presentado hace poco una propuesta (también china) al municipio de La Paz de operar buses a gas natural para el sistema de BRT que se piensa implementar. La red de surtidores de GNV está muy poco desarrollada salvo en las mencionadas tres ciudades, no todos los motores logran una compresión suficiente para funcionar en las empinadas calles paceñas con ese combustible, y las cantidades de gas natural que produce para el mercado local YPFB son muy bajas para la demanda potencial del parque automotor.
Una opción interesante, pero que también necesitaría continuar la subvención estatal pues es un producto que para colmo tenemos que importar, pues YPFB cubre a penas 30% de la demanda, son las nuevas tecnologías de inyección directa o estratificada de diesel o tecnología azul, presentes en el mercado local pero de manera muy tímida y restringida. Esta tecnología además puede combinarse con cualquier dosificación de biogas hasta 80%, aunque esta tecnología en particular es muy delicada pues no ha podido hasta ahora resolver la cuestión de la disminución de cultivos para alimentos a favor de los cultivos destinados a biogás.
Hay finalmente que descartar algunas otras tecnologías que, aunque prometedoras, aún son terriblemente caras y no logran hacerse del todo viables ni siquiera en sus países de origen, especialmente la tecnología de celdas de hidrógeno y los vehículos a batería, y ni qué decir de la energía solar.
Esteban
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