Hace algunos años – no tantos como algunos quisiéramos – era
bien visto conducir un bloque con motor V8 y con seis cifras en la etiqueta del
precio, tan políticamente incorrecto que resultaba todo un manifiesto: “yo
quemo un litro de combustible cada 4 kilómetros, ¿y qué?”.
Hoy, en la segunda década del siglo XXI, la persistencia de
Mercedes Benz en emitir una nueva interpretación
de su paralelepípedo de dos toneladas y media resulta admirable. La nueva serie
G tiene casi exactamente el mismo aspecto exterior que el modelo anterior,
resultando anacrónico, por decir lo menos. Y sin embargo, pagar los 108.000 dólares
que cuesta (en Estados Unidos; en Bolivia estimamos un precio de $US 180.000)
resulta ser uno de esos placeres culpables al que algunas personas
privilegiadas están más que dispuestas a sucumbir.
Quizás lo explique el propio anacronismo del modelo, que
garantiza voltear cabezas en las calles atestadas de Rodeo Drive. O quizás la
sorprendente sensación que produce acelerar el tanque domesticado de cero a 100
kph en apenas 6,1 segundos y lograr el cuarto de milla en 14,7 segundos. O
quizás el rugido del poderoso V8 de 5,5 litros
que produce 382 caballos de
fuerza y 530 N·m de torque, domado gracias a la famosa transmisión de 7
velocidades característica de Mercedes. Si bien la lógica indica que este es un
VDU que no debería existir, pues con seguridad que no existen suficientes
personas en el mundo que estén dispuestas a pagar un precio de seis cifras por
una vagoneta no tan distinta del infame Hummer, al menos en términos de
genética. Y sin embargo, unas 1.000 personas al año solamente en Estados Unidos
pagan por el privilegio de tener un Gelandewagen. Más cerca de casa, solo en la
ciudad de La Paz, hay dos clase G en circulación.
Pero el anacronismo no se detiene en esa carrocería más
angular que el Bauhaus Dessau. Después de todo, el origen bélico del G-class
explica porqué la forma sigue estrictamente a la función, y hay que decir que
es ese precisamente su atractivo. Más allá de eso , el viaje en el
G550 es
decididamente parecido al de un camión: se sacude, se inclina y jalonea como su
primo hermano el Unimog. La conducción es fofa e imprecisa, pero eso ha de
esperarse por su arquitectura de chasis sobre bastidor, ejes delantero y
trasero sólidos, tres diferenciales bloqueables y dirección de bola
recirculante. Si lo que quiere es confort y sensación de manejo, cómprese un ML
o un GL.
La misma actitud se presenta respecto al consuma de
combustible. Su consumo de 5,1 kpl en ciudad y 6,3 kpl en carretera es tan
cómico como predecible. De nuevo, Mercedes-Benz parece estar diciendo “si no le
gusta, cómprese otra cosa”. Nadie nunca dijo que pasarse la aerodinámica por la
torera vendría barato.
Tan cómico y predecible como el consume de combustible es el
comportamiento del clase G en el camino. La tenida
en ruta aguanta a penas
fuerzas de hasta 0,59G y da figuras vergonzosas en el slalom en parte debido a
la excesiva interferencia del sistema de control de estabilidad, que llega al
extremo de cortar todo contacto entre el pedal del acelerador y la admisión de
combustible si la computadora considera que el conductor está realizando una
maniobra peligrosa. Dadas las firmes intenciones del G550 de voltearse a la
primera oportunidad, esta intervención parece bien justificada. Después de
todo, no puedo imaginar una razón por la cual un conductor de un G querría tomar
curvas cerradas a toda velocidad. Sin embrago, preocupa la declaración que hace
Motor Trend, de que solo dieron peores resultados que el Gelandewagen un
volquete Ford F-650, un Hummer H1 de 2006 y un Hummer H3 del mismo año.
La construcción anacrónica no se limita al bastidor, sino se
refleja también en la carrocería. Las puertas deben ser cerradas con firmeza y
suenan como la bóveda de un banco, abrir la portezuela del maletero es un buen
ejercicio de calistenia, y el seguro de las puertas suena con un fuerte click
como lo haría una caja fuerte. Sin embargo, la insonorización interior es
típicamente Mercedes, siendo la bulla externa apenas audible si las ventanillas
están cerradas, y la visibilidad frontal es excelente, aunque mirar sobre el
hombro para retroceder puede ser algo complicado. Para eso hay una cámara de
retroceso, felizmente.
El clase G es amplio y cómodo para los 5 pasajeros, salvo
que los cinco pasajeros sean alemanotes de más de 1,80. El maletero carga 1280
litros con los asientos traseros levantados, 1280 litros además útiles, dada la
forma cúbica del
carro. Sin embargo mucho del G550 2012 pertenece a la anterior
generación del resto de la flota Mercedes, aunque incluye ya una nueva consola
central y un nuevo interfaz de infoentretenimiento.
¿Vale entonces el clase-G los 180 mil dólares que Mercedes
benz quiere por él? Sí, pero solamente si estás buscando algo realmente fuera
de lo común. Quienes desean un VDU moderno no disfrutarán de este modelo, pero
quienes deseen el G-wagen sólo porque es el G-wagen adorarán esta pieza hecha a
mano de maquinaria alemana. No hay nada que se le parezca, y probablemente no
habrá nada parecido en el futuro previsible. Eso, y tal vez la posibilidad de
decir “sí, todavía los construyen como antes” pudieran, después de todo,
justificar el exorbitante precio.
Esteban
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