“Sí, son carreras de verdad. Dicho esto, entre la densa avalancha de
cacharros delante de ti y nuestra aversión a las rectas largas, no vamos a
establecer ningún record de velocidad. Es como la versión ruidosa y competitiva
de manejar al trabajo. Pero por mucho, mucho tiempo. Y sin llegar a ninguna
parte. Y es mucho más difícil tomar café con un casco puesto. Ah, y, ya sabes, más
peligroso.”
Así presenta la organización de las 24 Horas de LeMons su
temporada 2013. Con un nombre que, ya se habrán dado cuenta, parodia el nombre
de la famosísima carrera de resistencia que se desarrolla anualmente en Le
Mans, haciendo un juego de palabras con la expresión muy norteamericana
“lemon”, que se refiere a un pedazo de chatarra, un auto lleno de vicios
ocultos, un auto “trucho” como diríamos por acá. Instalada por primera vez en
2006, la serie de eventos – ajem – deportivos tiene su propia serie de reglas,
de las cuales la principal es que el valor del auto que compite no puede
superar los quinientos dólares.
La organización tiene una manera muy simple de asegurar que
se cumpla esta regla. Al entrar en la competencia, uno acepta que los
organizadores pueden comprar su vehículo por no más de 500 dólares. Si se ha
invertido más en él, se perderá toda la diferencia. Además de perder una vuelta
por cada diez dólares que uno se exceda del precio, lo que se llama el “factor
patraña” (o “Bullshit factor”).
Por supuesto, como la seguridad no tiene precio, esta regla
no alcanza al equipamiento mínimo obligatorio de seguridad de los autos, que
incluye jaula antivuelco, casco completo (imposible usar cualquier otro tipo de
casco o sombrero en la competencia – algo que parece obvio hasta que ve a los
pirados que entran en la competencia, muchos con disfraces de lo
más jalados de
los pelos), asientos tipo Recaro con arnés de cinco o seis puntos, traje
piroretardante y extinguidor.
Otras reglas bastante extrañas acompañan a la del precio.
Aunque eso de “4 Horas” en realidad solamente se refiere a un evento de la
serie, los otros eventos también son bastante largos, con unas 15 horas de
carrera durante un fin de semana completo. Por supuesto, gana el que más
vueltas logre dar en el tiempo otorgado. Y considerando que todos los autos son
inservibles, lograr que funcionen por 15 horas bajo exigentes condiciones es
toda una hazaña.
Pero los competidores y la organización se toman el desafío
con bastante humor. La bandera negra (la que significa expulsión de un auto) se
usa alegremente, y como castigo adicional al manejo demasiado agresivo existe
una figura llamada “la maldición popular” que consiste en elegir el auto del
peor conductor de la pista para ser demolido en público – o incluso POR el
público. Algunas sanciones son mucho más aleatorias, sin embargo. Existe una
“rueda del infortunio” que decide el castigo de un conductor sancionado con
sanciones como el Memorial Marcel Marceau que consiste en pintar la cara del
piloto de blanco y hacerlo explicar – con mímica, no con palabras – su infracción,
o el castigo “Mark Sanford -Llora por mí Argentina” que consiste en escribir
sobre el capó del auto una larga carta de amor dirigida a una
amante argentina, como lo hiciera en la vida real el ex gobernador de Carolina del Sur cuyo nombre está en la regla.
amante argentina, como lo hiciera en la vida real el ex gobernador de Carolina del Sur cuyo nombre está en la regla.
Los premios por vueltas se reparten entre cuatro categorías.
Pero los premios reales no son estos. El premio “índice de efluencia” va al
auto que, de acuerdo al jurado, teniendo las peores probabilidades, logra terminar
el evento. Otros premios se dan al “arreglo más heróico”, “me fregaron”, y el “Premio
de la revista Grassroots Motorsports al más por menos-más (o menos) horrible
buque yanqui”. A estos se agregan ocasionalmente premios como el “favorito del
jurado” (que suele tomar en cuenta sobre todo la originalidad y el sentido del
humor) o el premio a la “más peligrosa
tecnología casera”.
tecnología casera”.
El campeonato, finalmente, premia no tanto a la acumulación
de puntos, que no los hay, sino a la resistencia de los cacharros. La vieja
lata que logre participar terminar la mayor cantidad de eventos (una temporada
tiene unos 15 eventos, pero el ganador del campeonato normalmente no logra
acabar más de tres o cuatro) logra la “medalla de unununio”, los siguientes
veinte (que logran acabar dos o tres veces) reciben la “medalla de ununcuadio”y
otros treintaicuatro reciben la “medalla de ununhexio”.
En realidad, si bien es cierto que son verdaderas carreras,
como dice la organización, todo es una excusa para juntarse con amigos, reír
como orate, tomarse unas cervezas y pasar un buen rato. Acá, literalmente, el
que se enoja pierde. Y los premios son más para la buena onda, el sentido del
humor y, en un extraño sentido, la caballerosidad deportiva. En tiempos en los
que el automovilismo se ha vuelto un pasatiempo para millonarios, es bueno
conocer el lema de las 24 Horas de LeMons: “No es sólo para los idiotas ricos.
Es para todo tipo de idiotas”
Esteban