Nosotros los simples mortales tenemos muy rara vez la ocasión de ver de cerca – mucho menos manejar –un súper auto de esos cuya etiqueta de precio tiene seis cifras. Coleccionar autos, sean clásicos o nuevos, sólo ocurre en nuestros sueños más recónditos, y por supuesto tener la libertad de volar a 230 kph en una pista preparada sin temor a hacernos una avería, o al menos ser expulsados ignominiosamente del sistema de seguros, es impensable.
Para nosotros, los que no salimos en los noticieros cuando cambiamos el peinado, existen, por suerte, los juegos electrónicos. De estos, casi todos son primero y antes que nada juegos en todo el sentido de la palabra, es decir que priorizan la “jugabilidad”, término acuñado justamente por este negocio, hoy más rentable que Hollywood, pero sí permiten coleccionar, y modificar, coches de ensueño.
Pero a algunos en realidad lo que nos gusta es fantasear con que la cruda realidad relatada al principio de esta nota se destruye en el universo virtual, gracias al único simulador de manejo distribuido comercialmente en Bolivia del que yo tenga conocimiento, y que tras seis muy largos años ha logrado lanzar finalmente su última versión: Gran Turismo 5, de Polyphony Digital.
Lo primero que hay que decir de GT5 es que es un título exclusivo para el PlayStation 3, así que su acceso todavía es algo restringido para quienes tenemos otras prioridades de gasto que soplarnos $US 600 en una consola. Felizmente, existen varios locales comerciales que alquilan el sistema con el juego incluido, lo cual facilita mucho las cosas.
Más de 1.000 modelos diferentes, incluyendo varios autos históricos, muchos superautos y de manera muy divertida algunos autos realmente comunes, subdivididos en más de 10.000 variantes con diferentes especificaciones y performance, están disponibles para el usuario, modelados con extrema precisión respecto a su comportamiento, limitaciones y capacidades.
A esta enorme variedad de coches se suma la capacidad de multiplicar de manera ilimitada el número de pistas que se suman a las casi 50 pistas simuladas con gran realismo, incluyendo por ejemplo la pista de pruebas de Top Gear, con todo y el Stig sentado al volante.
También existe, por supuesto, otras modalidades, que pasan desde la necesaria posibilidad de hacer mejoras a los autos (mucho menos abierto que en Need For Speed, pero en algún lado se tenían que hacer sacrificios), hasta la modalidad de sesión de fotos, que permite salir a pintear en un mundo virtual para lucir tu nuevo Fiorano o la pintura recién secada de tu R8 y mandar las fotos a tus amigos vía la red.
Hablando de la red, tal vez lo más entretenido del juego sea la posibilidad de hacer carreras en red con hasta 16 participantes.
Si hay que hacerle alguna que otra crítica al juego, quizás sea que el interfaz es engorroso y complicado, requiriendo un nivel adicional de experticia lograr comprar un auto, llevarlo al taller y ponerlo a punto para participar exitosamente del próximo desafío en red. Eso, y el hecho de que la calidad gráfica no es uniforme, algunos carros, así como algunas pistas, parecen haberse programado con menos cuidado que otros. No es que sean malos, pero les falta ese brillo adicional que hace que algunos de los más hermosos autos del juego quieran saltar de la pantalla y convertirse en reales.
Y por último, como en las cuatro versiones anteriores, la inteligencia artificial tiene el coeficiente intelectual de
un nabo. Los otros carros, cuando son controlados por la consola, siguen su línea pretrazada sin importar
que delante de ellos estés tú, estacionado de costado en media pista por un trompo sorpresivo. Definitivamente, este es un juego para jugar en línea.
En todo caso, para quienes sabemos que no tendremos jamás en el mundo real la oportunidad de romper el límite de 7 minutos en el Nürburgring en un Bugatti Veyron, esta es ciertamente una gran alternativa.
Esteban
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