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lunes, 26 de noviembre de 2012

RBR, por tercera vez campeón


La temporada 2012 de la Fórmula 1 que terminó ayer con la victoria –por tercer año consecutivo– de Sebastian Vettel y Red Bull Racing, pudiera haber sido la mejor en los 62 años que tiene la moderna versión de la máxima categoría del automovilismo mundial. Comenzó con un récord de Campeones Mundiales en la grilla –seis de ellos–, continuó con otro record, siete victorias en Grand Prix ganadas por siete pilotos diferentes, y todo eso solo en la primera mitad de la temporada. Digan lo que quieran de los glamorosos 50, los 60 à-go-go, los botapiés anchos de los 70 o los locos-por-la-tecnología 80, la actual está entre las mejores competencias que la Fórmula 1 haya visto jamás. La tensión fue intensa, no solo de Gran Premio en Gran Premio, sino incluso entre vuelta y vuelta en cada carrera.

El deporte cambió muchísimo con los años, pero los cambios más recientes son los que hoy están dando sus frutos. Las fuerzas detrás de esos cambios datan de los 50, cuando la F1 se autodefinió más como campo de pruebas tecnológico que como deporte, descendiendo luego los descubrimientos de la industria al automóvil cotidiano. Ciertamente fue una ambición altruista, pero también fue la explicación más plausible de la alarmante mortalidad de los primeros años del evento –en los años previos a la campaña intensa del tricampeón Jackie Stewart por mejorar la seguridad en los años 70, la mortalidad de los pilotos llegó a 33%. La actitud prevalente fue, en ese entonces, que el 
peligro era parte esencial del atractivo de la Fórmula 1, y esa mentalidad permaneció, testaruda, hasta la muerte del gran Ayrton Senna en 1994.

Senna era un héroe mítico, y tras su trágica muerte en Immola, se convirtió en mártir. Una gran cantidad de fanáticos dejaron de ver la F1 por mucho tiempo a causa de esta tragedia y el estupor ante la insensibilidad de los organizadores del campeonato, incluyendo a quien escribe estas letras, los cual generó, felizmente, presión suficiente ahí donde duele, el bolsillo, para generar cambios de fondo. Los organizadores pasaron de una actitud pasiva a hacer todo lo posible por eliminar las fatalidades en las carreras, cambiando de pasadita toda la mecánica de la competencia. Con el tiempo, la F1 se encontró firmemente asentada en el mundo del show-business.

El año 2008, la FIA formó el Grupo de Trabajo de Sobrepaso, asignándole la tarea de conseguir que el sobrepaso entre autos vuelva a los niveles de la época previa al uso de alerones. El grupo propuso como primera iniciativa el encomendar a Pirelli, único proveedor de neumáticos de la F1, el diseño de llantas que se degraden y pierdan agarre a un ritmo difícil de predecir, variando entre diferentes Grand Prix según la naturaleza de la pista, idea loables pero que, a mi gusto, incide demasiado en el resultado final. La segunda idea fue el Sistema de Reducción de Arrastre (DRS 
por sus siglas en inglés): un elemento aerodinámico movible que, en zonas predeterminadas de la pista, puede abrir el flujo de aire en el alerón de cola para reducir el arrastre y por tanto aumentar la velocidad tope hasta en 15 kilómetros por hora. Ambos cambios se diseñaron específicamente para crear mayor espectacularidad en el show, y ambos conflictúan directamente con la misión original de la F1 de permitir el uso ilimitado de tecnología a los equipos.

Pero los cambios de reglas han resultado. La conducción rueda contra rueda de este año ha sido electrizante, mejor que cualquier competencia que haya visto antes. El DRS ha añadido una intrigante nueva dimensión a la competencia: el piloto que ataca trata de mantenerse dentro del segundo de distancia para poder usar el sistema, el piloto que se defiende trata de aumentar la diferencia. Entre tanto, cada uno debe asumir la posibilidad de que su contendiente buscará un beneficio adicional con el uso de su Sistema de Recuperación de Energía Cinética (KERS por sus siglas en inglés), otra arma tecnológica a su disposición, que da al piloto aceleración adicional al generar energía por el uso de los frenos y almacenarla en el sistema para usarla en el momento más apropiado. La rápida degradación de los neumáticos mantiene la tensión hasta el final, porque un piloto puede aparecer aparentemente de la nada y amenazar al líder del pelotón cuyas ruedas ya no soportan más maltrato. Y el DRS promete que podrá dar su zarpazo cuando se encuentre en esa situación, como lo hizo Mark Webber contra Fernando Alonso en Silverstone.

La tecnología de la televisión se ha mantenido al ritmo de estos cambios y los ha aprovechado al máximo. Una imagen generada en la pantalla de su televisor le muestra la reserva de energía del KERS, y se puede oír la conversación de los pilotos con el equipo que está en el Paddock. La cámara de a bordo ubica al espectador en la cabina, para capturar la esencia del deporte: la agresividad innata y alucinante habilidad del piloto de F1. La vuelta de clasificación de Alonso en Hockenheim, filmada desde el Cockpit con una lluvia densa y bajísima visibilidad, fue no solo un logro histórico para el piloto, también fue una experiencia sobrecogedora para el espectador.

Estas nuevas reglas produjeron beneficios colaterales inesperados, empezando por los Pits. El factor determinante en cada parada solía ser los 8 segundos usados para llenar el tanque de combustible, tiempo suficiente para cambiar las cuatro llantas con cierta calma, comparativamente hablando. Pero desde que la recarga de combustible fue prohibida el año pasado, son los mecánicos encargados de los neumáticos  los que pueden definir la suerte de una carrera. Los mecánicos, disfrazados de Darth Vader, se lanzan sobre el auto, y 3 segundos después (McLaren rompió todos los récords con un increíble tiempo de 2,6 segundos) dejan espacio para que el piloto se lance de nuevo a la 
competencia. Cada Gran Premio tiene típicamente dos o tres paradas (a veces solo una), y con carreras tan apretadas como las de este año, cada décima de segundo en los pits cuenta para lograr el podio.

La FIA también ha impuesto un programa drástico de reducción de costos, para limitar la ventaja de los equipos “tradicionales” sobre los equipos “privados”. Este cambio también ha mejorado el espectáculo. Limitar la velocidad del motor a 18.000 revoluciones por minuto difícilmente es tecnología de punta, pero ha permitido aumentar la confiabilidad de las máquinas, y con mayor confiabilidad vienen mejores carreras: uno debe exigirse más cuando sabe que su rival va a terminar la carrera. Reducir los tiempos permitidos para pruebas fue polémico, pero ha permitido a los diseñadores usar simuladores programando las situaciones más extremas, y a su vez permitiendo poner a prueba sus máquinas mucho más de lo que hubieran podido hacer en la vida real. Nótese que Ferrari, que es la escudería más poderosa y tradicional de la franquicia, fue la que más sufrió con la limitación de las pruebas en pista, pero logró reponerse hacia la segunda mitad de la temporada. Eso seguramente calmó a los tradicionalistas, y hay que admitir que ninguna temporada de F1 estaría completa sin los “chicos malos” de los autos Rosso Corsa.

Un verdadero show depende de sus estrellas, y el campo de batalla de este año tuvo a seis, que acumulan entre ellos 
14 campeonatos mundiales (A no olvidar que el anterior récord fue de cinco campeones, cosa que ocurrió en 1970 y se repitió en 2011). El propio Jackie Stewart llamó al pelotón de 24 corredores de este año “el más refinado grupo de pilotos que hayan corrido en F1 jamás”. El tener a seis ex campeones en la grilla de partida se debió en parte a la suerte, y posiblemente no se vuelva a repetir en mucho tiempo, pero puede que haya tenido algo que ver también con el cambio de reglas. Tanto Michael Shumacher como Kimi Raikkonen, ambos campeones que regresaron a la F1 tras una corta ausencia y ambos competidores de línea dura, seguramente fueron tentados por la disponibilidad de coches competitivos –con tantos constructores armando tan buenos autos, este año prometía demasiado como para quedarse viendo de palco el campeonato. Y esto permitió batallas generacionales en la pista que hasta este año solo podíamos soñar.

¿Las reglas han ahogado la competencia? ¿Atender los requerimientos de la televisión redujo la importancia de la escudería o del piloto? Déjenme responder con otra pregunta: ¿Ha habido otra época en la F1 donde ganar sea más difícil o esté mejor premiado? No lo creo. Como ha ocurrido en otros deportes, el concentrarse en el espectáculo no ha quitado nada, más bien ha aportado mucho, a la importancia del deporte.

El récord mundial logrado por Sebastian Vettel de ser el Tricampeón más joven del mundo, y ser definitivamente el piloto a superar para todas las demás escuderías, incluso para su compañero de equipo Mark Webber, no tiene menos significado que todo lo antes dicho. Solo que, ante tanto que decir sobre la competencia, ya no quedó espacio para hablar del campeón de este año. Y el hecho de ser hincha de McLaren también me ayuda a evitar el tema.

Esteban 

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